Nadie lo quiere creer
La patria de los espectros
Nessuno ci vuol credere
Vídeo realizado por Roberto Aguilar
Personne ne veut y croire
A lo largo de 38 años, la compañía La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía la Baja) ha realizado una intensa labor creativa que le ha valido un gran prestigio internacional y la ha hecho merecedora del último Premio Nacional de Teatro en España, un reconocimiento tardío y escaso de un país ingrato.
Su trayectoria se apoya en el compromiso existencial y la fidelidad a sus raíces. Los recursos dramáticos que caracterizan su trabajo son el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la depuración de textos y la plasmación de personajes límite. Un riguroso proceso de creación en comunidad se combina con una elaboración minuciosa del texto, surgido tanto de una profunda introspección como de su encarnación sobre el escenario.
Nadie lo quiere creer, su última producción, fue estrenada en el reciente Festival Temporada Alta de Girona (Cataluña). La historia transcurre en una antigua casa señorial que se va cayendo por todas partes, “menos por una, la que da a la memoria”, apunta Eusebio Calonge, el dramaturgo de la compañía. La habitan tres personajes que, como las paredes, son una ruina de lo que fueron. Una conspiración de personajes carcomidos, expoliados, que se debaten entre la asfixia y la gangrena, una degradación moral sin freno. “Los espectros brotan a través de las ruinas y los espejos, en la oscuridad de las vidas sin designios y las partes amputadas de la memoria. Un mundo en el que la gangrena va desmembrando a los personajes y a su tiempo, en el que la realidad se embalsama y cualquier acto parece realizado por un taxidermista”, explica Calonge.
La Zaranda profundiza en su poética. Con palabras como letanías, vuelve a hablar de la muerte, las devastaciones del tiempo, el envilecimiento moral, la putrefacción de ideas estancadas. Crea una imaginería pictórica y simbólica con pocos y gastados objetos, que tienen la fuerza de un actor: un viejo reloj como un ataúd, muertos que siguen aquí disecados y ventiladores que esparcen las cenizas por el olvido.
Para Calonge, “cada espectador es testigo de la fractura de tiempo que implica el teatro. Nuestro lenguaje es alegórico y comporta múltiples interpretaciones, cada espectador saca interrogantes diferentes y el ‘no saber’ le produce la emoción, porque se le deja ante preguntas radicales, el punto a medio camino entre la vida y la muerte que es el teatro.”
Profundo, punzante y tierno, tan lleno de tragedia como de humor y de ingenio, el teatro de la Zaranda impacta, conecta con la trascendencia, arranca la carcajada y abre la puerta al misterio. “El teatro es anterior a las palabras, su mundo ceremonial es el primer contacto divino con el hombre”, dice Calonge. “Nada envejece más rápido que las novedades, que es lo que más se busca hoy en día, ocurrencias momentáneas y superficiales que ya no ‘epatan’ a nadie. La modernidad es el envoltorio de lo efímero. A nosotros nos sigue interesando la esencia del teatro, justo lo que no es fugaz.”
el 3 de Noviembre de 2012 en el Festival Temporada Alta Girona /Salt